Por: D. J. Urosa
El versículo que vamos a examinar en esta oportunidad está en la 2da epístola de Timoteo, capítulo 2, versículo 15. Este versículo nos instruye acerca de la forma como debemos asumir los asuntos de Dios. Es una cualidad resaltante de la Palabra de Dios indicar siempre qué hacer, cómo hacerlo y para qué hacerlo. La Palabra de Dios siempre tiene un propósito para todo lo que dice, cómo lo dice, cuándo lo dice, dónde lo dice, a quién se lo dice y por qué se lo dice.
Relájese, regocíjese, está usted a punto de conocer parte de lo que el mismo Dios engrandeció por sobre todas las cosas: “Su nombre y Su Palabra” (Salmos 138:2).
2 Timoteo 2:15
Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.
Note que el versículo no dice “procura con negligencia…”, sino, con DILIGENCIA. La palabra “diligencia” en este versículo es la palabra griega – spoudazo – que significa usar velocidad, ser pronto o ferviente, ser solícito, diligente. Esta palabra le imprime un impulso a nuestra mente. Es Dios haciéndonos la exhortación a buscar Su conocimiento, Su voluntad, pues sólo así tendremos la oportunidad de presentarnos ante Él aprobados. Después de todo ¿cómo vamos a hacer la voluntad de Dios si no sabemos cuál es Su voluntad? Entonces, ¡SEAMOS DILIGENTES!
Ser diligente no debe dejarnos la impresión de atropello o desorden. Este trabajo diligente es más bien meticuloso, detallista; no es pasar por encima de las cosas a grandes trancos para llegar rápido... (¿A dónde?). Ser diligente se refiere con más exactitud a no dejar las cosas de Dios para después. Esto se puede ver si seguimos examinando el versículo. La Escritura dice que procuremos presentarnos aprobados A DIOS, no a los hombres. Es necesario tener nuestra conciencia clara. Efesios 6:6 lo dice así: “no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos [del griego “doulos”] de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios”. Al hombre (la gente) puede no parecerle de su agrado que usted busque a Dios y haga su mejor esfuerzo (spoudazo) en conocerlo, pero no olvide que el Juicio Final estará en manos de Dios y no de los hombres.
La Palabra dice: “…aprobado, como obrero…” aquí está el corazón de lo que significa ser diligente (spoudazo). Piense en el trabajo de un OBRERO. ¿Fija el obrero su atención en la culminación de toda la obra? NO. De esto se ocupa el “dueño de la obra”. El obrero se concentra en el detalle, por ejemplo, pegar un ladrillo. El obrero hace el trabajo menudo, se hace experto en los detalles, trabaja en su “pequeña labor” de manera impecable. Un ladrillo colocado por un buen obrero queda firme, bien alineado y facilita la colocación de los demás ladrillos y el trabajo de los otros obreros. Un obrero “de primera” entiende que su sólo trabajo no hace la obra completa, pero la avanza más rápido o más lento, dependiendo de su DILIGENCIA.
Un obrero diligente es aprobado porque es eficiente y eficaz, su obra es impecable, sin mayores errores, no presenta demoras, no estorba el trabajo de otros obreros y usa los recursos de forma adecuada, de manera que este “no tiene de qué avergonzarse”.
Un obrero de Dios es un servidor (doulo) responsable que “usa bien la Palabra de verdad”. Esta expresión es la traducción de la palabra griega “orthotomeo”, la cual significa: cortar de forma precisa, dividir correctamente. Así, “usar bien la Palabra de verdad” implica dividir correctamente la Palabra de Dios. Vamos a ampliar esto.
Dividir correctamente la Palabra implica tomar la sección correcta y exacta de la Palabra de Dios que se aplica a una situación específica. Esto debería dejarnos la acertada sensación de que mientras más conozcamos la Palabra de Dios, más respuestas correctas tendremos para entender las situaciones que se presentan a diario en nuestras vidas y, en consecuencia, será más fácil y eficaz la solución de nuestros problemas. Piénselo un momento, ¿Quién es mejor que Dios para darnos consejos y salidas para solucionar nuestros problemas? ¿Usted cree que hay alguien que puede dar consejos más exactos y eficaces que Dios?
¿Cómo está su vida? ¿Ha considerado prestarle atención a Dios para ver qué tiene para usted? ¿No sabe por donde empezar? Mire lo que dice 1 Pedro 1:20 “Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada”. Por aquí debemos comenzar. Lo primero que alguien debe entender cuando va a estudiar la Palabra de Dios es que Ésta no admite interpretación privada, es decir, no está sujeta a interpretaciones personales. ¿Entonces en qué quedamos? Debemos buscar a quienes ya han sido correctamente instruidos en el conocimiento de la Palabra de Dios para que nos guíen en Su estudio. Dice Mateo 7:7 y 8 “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”.
Alguien dijo “Por largo que sea el camino, siempre comienza con el primer paso”. ¡Grandioso, dé el primer paso! ¡BUSQUE! Recuerde “buscad, y hallaréis”.
Dios bendiga su vida abundantemente. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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